Sunday, November 1, 2015

Al hijo muerto




Por: Julio A. León (†)


el hijo muerto que pariste
no es hijo tuyo solamente
es hijo del dolor nuestro.

llegó con los ojos abiertos
pero sus ojos no vieron
la noche que se fugaba
en un bote de espuma negra
que resbalaba sobre las duras piedras.

sus labios gruesos no reían
su boca sin besos
mostraba una muda mueca
de desconsuelo
de dolor
de pena.

el hijo muerto que pariste
no es hijo tuyo solamente
es hijo del dolor nuestro.

su cuerpo mulato no sudó
con sudores de ron y melao
ni sus pies resbalaron
sobre el triste polvo del cabildo
en las noches de fiesta y bachata
de bachata y cubancha.

Sus ojos no vieron de nuestras verdes
palmas sus reflejos
ni el arcoiris de pluma
Que viste el papagayo.

en sus oídos sordos
no repiqueteó el tambor
con su ritmo sensual
ritmo mulato y tropical.

el hijo muerto que pariste
no es hijo tuyo solamente
es hijo del dolor nuestro.

1 comment:

  1. La desgarradora pérdida de un hijo ha quedado fijada en cada jornada de la Historia de la humanidad, desde que esta especie existe, como se puede leer todavía en la epigrafía superviviente de la civilización romana (así al día de hoy, en la refundada Carthago Nova, actual Cartagena, en la costa mediterránea española).
    Es, naturalmente, la misma herida que atribulaba al poeta alicantino Miguel Hernández cuando escribió la dolora
    A MI HIJO
    Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío,
    abiertos ante el cielo como dos golondrinas:
    su color coronado de junios, ya es rocío
    alejándose a ciertas regiones matutinas.

    Hoy, que es un día como bajo la tierra, oscuro,
    como bajo la tierra, lluvioso, despoblado,
    con la humedad sin sol de mi cuerpo futuro,
    como bajo la tierra quiero haberte enterrado.

    Desde que tú eres muerto no alientan las mañanas,
    al fuego arrebatadas de tus ojos solares:
    precipitado octubre contra nuestras ventanas,
    diste paso al otoño y anocheció los mares.

    Y responde a la exhortación de Ovidio en sus Metamorfosis: 'Perfer et obdura, dolor hic tibi proderit olim'. (Sé paciente y duro; algún día este dolor te será útil).
    Julio A. León, en su vertiente de poeta de la negritud (entendida en su dimensión afroamericana como elemento integrador indispendable de la cultura y de la personalidad nacional de los países del Caribe y de los situados al Sur del istmo de Tehuantepec), le da cuerpo y le proporciona voz a ese crisol de "café con leche" étnico en que se han mezclado indisolublemente las dos razas que han tenido un peso preponderante en el desarrollo histórico tanto del área hispano- y luso-hablante como de la anglohablante y de la francófona.
    El dolor que transmite es el causado por la terrible pérdida común del hijo 'mulato y tropical', sentido con igual hondura por ambos progenitores, y cuya forma de expresión nada tiene que envidiar a la hecha patente por el madrileño Juan Bautista de Arriaza, aunque de filiación neoclásica, en "Triste ciprés o El llanto de una madre".

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