a Pablo Neruda
Versos tristes
“Puedo
escribir los versos”…
Sí,
yo también puedo
“escribir
versos tristes esta noche”.
ésta
y tantas otras noches
¿de
sueños?
¿de
vigilia las noches?
Como
si no existieran los relojes
como
si no existiera el universo
como
si no existiéramos tú y yo;
tú te
fuiste y yo aún no he llegado
y me
duele el amor, me duele
no
haber amado tanto, hasta morir,
me
duele el infinito de su sombra
los
párpados o el alma, cicatrices
que
hoy se despedazan al mirarme
tan
triste en el espejo
bajo
la lluvia limpia de los ojos
y el
lento acontecer del minutero
que
me alarga la noche, que me alarga
porque
estoy triste ¿sabes? Y me duele,
me
duelo en mi dolor.
Ah,
si tu amor fue verdadero, bien sabías
del
diario dolor,
de
ese dolor que punza y atraviesa
los
estigmas que nunca cicatrizan.
De amor y de canción desesperada
es
esta noche, Pablo, amigo mío,
de
luces que se apagan o no alumbran
mi
música interior,
las
huellas del camino que se acortan
y no
llegan al mar
éste
mar que recoge mi plegaria,
la
enreda entre la espuma, la desdobla
y a
la orilla devuelve, intacta, transparente.
Y
cómo quema, Pablo, el amor hoy.
Cómo
quema el recuerdo atormentado
de su
voz, las oníricas caricias
de
alguien que se escurre entre los dedos,
se
escapa y no da marcha
al
reloj que separa nuestras horas.
Amor,
amor que me dejaste
tan
vehementemente trasnochada,
mis
lágrimas resbalan, se hacen hueco
y
riegan las petunias que plantaron
nuestros
días de Abril.
Nuestras
manos unidas, ese Abril
caminaban
la tarde bajo el sol,
el
árbol. Ya mi tarde
es
noche, siempre noche y tan de luto
que
atraviesa el cristal como una espada
que
se hunde en lo infinito.
Latidos,
turbios pájaros
que
cantan hacia dentro, desconsuelo
garganta
siempre seca, enronquecida,
tan
plena de oleajes, de ojos verdes
que
lloran y enceguecen la mirada.
Mi
tiempo es ya cautivo de la muerte
no
veo más que sombra ya y, mi pelo
--incontrolable
zubia desbocada—
se
vuelca, amarillece enfebrecido.
Mi
frente se hace pálida, presiente
el
peso del adiós, la despedida
del
sueño que nos trajo aquél eclipse
de
sol, de luna nueva, amanecida
de
nunca primavera y mil colores
ardientes
que armonicen el paisaje.
Negro
olor en la almohada.
Mi
vino es vino agrio y el odre se me llena.
Ah,
Pablo, Pablo, hoy te recuerdo
porque
tengo el amor desesperado,
la
canción que no entono porque es triste,
tan
tristemente sola, amarescente…
Quiero
hacer un paréntesis, quisiera
colgar
a la tristeza, de mañana
mas
hoy es esta noche y aún puedo
“puedo
escribir los versos”…
Isabel
Díez Serrano 6- Junio de 2011
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