Por: Isabel Diez Serrano
Te encuentro más hermoso,
la caricia más dulce y la mirada
suave, sutilmente traviesa
sobre mis senos, que saben de tu arrullo.
La loca primavera ha despertado
los instintos vitales y el paisaje
invita a desearnos. Reverdece
la yerba, crece el trigal y la calor
se anuncia. Se visten y engalanan los eriales,
brincan los arroyuelos y se alargan sus voces.
Bajo esta arboladura de la tarde
Medinaceli, hermosa, eres el beso
que sella nuestro encuentro vespertino.
Testigo esplendoroso, licor que nos bebemos
con el águila arriba y su pico entreabierto
contemplando arrobada, el temblor que nos une.
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