Por: Antonio A. Acosta
Rómpete en ansias quietud holgazana
y destruye la coraza del silencio.
Grita tu tiempo sin miedos y sin frenos.
Muéstrate transparente a tu sol en tinieblas;
desata tus amarras, fabrica tu luz
y rompe en campanadas la esperanza;
que el tiempo no se mide en un instante
y es espejismo cruel y realidad doliente,
que sin permiso y al descuido
nos da el latigazo de un tormento.
Pero que importa un día y otra noche
en esta inquietante incertidumbre,
si en el ocaso todo final no es más
que el despertar a un nuevo amanecer,
a una nueva vida y a un comienzo eterno.
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