de: “El último espejo” 1987
DICIEMBRE
Que no quiero abrazarte en el madero.
Señor,
Niño que vienes.
Hoy quiero ver tu sueño
y dibujar caricias en
tu frente, abrigar tu sonrisa
para que arrope al
mundo que me has dado falto de fe, de amor y aun de esperanza, mas Tú vendrás a
suavizar los rasgos,
a revivir la historia
con la infancia que estrenas.
Señor, Niño que vienes.
Hoy, un abrazo
universal nos une, una infinita muralla de alegría
se abre ante nosotros.
Hay un olor a
incienso y mirra y a corales humanas
y un dulcísimo sabor a milagro y a vino.
Hoy llegarás, Señor,
Niño
que vienes y curarás heridas
que sangran gota a gota
con ardores azules desde
entonces, desde que te aprendimos clavado en el madero.
Hoy renace en los
hombres la esperanza y crece nuestro amor,
como el rojo temblor de nuestra hoguera, crece.
Hoy, en el suave
latir del corazón hay concierto de pájaros y estrellas.
Señor,
Niño que vienes...
de: “De mis noches con Juan” 1991
EN EL BREVE TEMBLOR DE LAS HOGUERAS
ya huele a incienso.
Hay un rescoldo de
amor en las esquinas y un abrazo
que une de punta a punta el calendario.
Se acerca un día grande.
Un día
cargado de recuerdos
y felicitaciones, de coro de niños y cantatas celebrando el instante.
Se agiganta el día
con las horas. Las estrellas olfatean los caminos y el blanquecino azul
se adentra ensanchando arterias y
memorias.
Hay gaviotas que van
de extremo a extremo del océano llevando el gran mensaje
y los peces voltean
río arriba dibujando con su escama luminosa en el lienzo del agua la noticia:
¡Aleluya!
¡Hoy nace nuestro Rey¡
¡Aleluya!
De: Y el sueño se hizo voz” 1994
PARA QUE NO SE ENFRÍE LA PALABRA
En cada veinticinco
de Diciembre se vuelve hacia la infancia,
se crece y nos
desborda nuestros rumbos por diversos latidos.
Se llenan de alboroto
nuestros días y una lluvia divina se derrama
por todo el Universo.
Manifiesta
su esencia hermanando fronteras y colores
--Tan solo existe el Uno--
ese suceso cósmico
que afecta a lo creado sin límites de ciencia ni de historia.
Pero la humanidad no
lo percibe y solo espera al Niño
que aún puede llamar
a nuestras puertas buscando una posada.
Estaremos despiertos
cuando llegue y encenderemos lumbre
para que no se enfríe
la Palabra y permanezca ardiente
en pleno corazón de cada hombre.
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