Saturday, December 15, 2018

Cantando a la Navidad




de: “El último espejo” 1987


DICIEMBRE

Que no quiero abrazarte en el madero.

Señor,
Niño que vienes.
Hoy quiero ver tu sueño
y dibujar caricias en tu frente, abrigar tu sonrisa
para que arrope al mundo que me has dado falto de fe, de amor y aun de esperanza, mas Tú vendrás a suavizar los rasgos,
a revivir la historia
con la infancia que estrenas.

Señor, Niño que vienes.
Hoy, un abrazo universal nos une, una infinita muralla de alegría
se abre ante nosotros.
Hay un olor a incienso y mirra y a corales humanas
y un dulcísimo sabor a milagro y a vino.

Hoy llegarás, Señor,
Niño que vienes y curarás heridas
que sangran gota a gota



con ardores azules desde entonces, desde que te aprendimos clavado en el madero.

Hoy renace en los hombres la esperanza y crece nuestro amor,
como el rojo temblor de nuestra hoguera, crece.
Hoy, en el suave latir del corazón hay concierto de pájaros y estrellas.

Señor,
Niño que vienes...

de: “De mis noches con Juan” 1991

EN EL BREVE TEMBLOR DE LAS HOGUERAS

ya huele a incienso.
Hay un rescoldo de amor en las esquinas y un abrazo
que une de punta a punta el calendario.

Se acerca un día grande.
Un día
cargado de recuerdos y felicitaciones, de coro de niños y cantatas celebrando el instante.

Se agiganta el día con las horas. Las estrellas olfatean los caminos y el blanquecino azul
se adentra ensanchando arterias y memorias.

Hay gaviotas que van de extremo a extremo del océano llevando el gran mensaje
y los peces voltean río arriba dibujando con su escama luminosa en el lienzo del agua la noticia:
¡Aleluya!
¡Hoy nace nuestro Rey¡
¡Aleluya!


De: Y el sueño se hizo voz” 1994



PARA QUE NO SE ENFRÍE LA PALABRA

En cada veinticinco de Diciembre se vuelve hacia la infancia,
se crece y nos desborda nuestros rumbos por diversos latidos.
Se llenan de alboroto nuestros días y una lluvia divina se derrama
por todo el Universo.
Manifiesta su esencia hermanando fronteras y colores
--Tan solo existe el Uno--
ese suceso cósmico que afecta a lo creado sin límites de ciencia ni de historia.

Pero la humanidad no lo percibe y solo espera al Niño
que aún puede llamar a nuestras puertas buscando una posada.

Estaremos despiertos cuando llegue y encenderemos lumbre
para que no se enfríe la Palabra y permanezca ardiente
en pleno corazón de cada hombre.

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