Cualquier niño
del mundo en su mirada
tiene siete
luceros de diamante
con solo un
corazón emocionante
que a mi sangre
no deja desolada.
Oh niños de
sonrisa afortunada
sabed que os amo
con mi luz radiante
y siembro en
vuestro huerto a cada instante
la planta del
amor y su balada.
Dentro de mi
azucena en armonía
siempre soy niño,
estrella mensajera,
que transforma
la pena en alegría.
Niños, atesorad
la primavera
florida que os
adentra en la paz mía
al soterrar el
hambre sin espera.
Niños, vivid
sincera-
mente, y nunca
dejéis a ese buen niño
que habita en
vuestras almas con cariño.
Carlos Benítez Villodres
Málaga (España)
(Del libro TRANSPARENCIAS,
2018)
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