Por: Carlos Benítez Villodres
Me haces sentir, oh Dana, tu mirada
de amor en las entrañas de mi cielo
roto por los zarpazos de ese hielo
tan vasto y abismal como la nada.
Tu ternura en mi ser deja marcada
la luz de una esperanza en pleno vuelo
y tu risa deshace el desconsuelo
que transmuta mi vida en madrugada.
Anhelo, como besos sin naufragios,
anidar en tus soles triunfadores
al calor de sus gozos y sarmientos.
Y alejados de todos los presagios
tétricos volarán dos ruiseñores
compartiendo feraces sentimientos.
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