En medio de tu pecho, cruel lamento
Federico García, piel morena,
corazón de puñal, cálida arena
que pagó a nuestra España con su aliento.
Fue tu voz, Federico, y fue tu acento
un trueno en el rocío, ronca vena
sin tiempo de morirse y fue la pena
la que gritó tus versos en el viento.
Te nos fuiste de luz y de agonía
mendigo de tu infancia y tu destino,
herido en el costado, tristemente.
Corazón de tormenta y poesía,
dejaste honda tu huella en el camino.
Hoy, lloramos tu sangre efervescente.
Isabel Díez Serrano: de TESTIGOS
DEL AMOR Y LA LOCURA
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