Cuando tus amaneceres
se cubran de sombras,
y tu andar se haga
tedioso y vacilento;
en un ¡Ay!
saturado de vivencias;
allí, me encontrarás.
Cuando las hojas
cambien sus matices,
adornando la tierra
de colores;
en el canto armonioso
de un sinsonte;
allí, me encontrarás.
En la ceniza inerte,
dormida en el residuo
de una vela apagada,
y que al contacto sublime
de tus manos de diosa,
se hará lumbre viva,
se hará llamarada;
allí, me encontrarás.
En el recuerdo
de una caricia inocente,
cándida y sincera;
y que un día, despertó
el hambre de tu piel.
En aquel anhelo
que el dogma dejó trunco;
allí, me encontrarás.
En la página doblada
de un viejo libro de poemas,
donde los dos soñamos
un mundo de quimeras;
en una frase prestada
de otro enamorado;
en la incertidumbre
de una espera;
allí, me encontrarás.
En la brisa del mar,
susurrando una canción
lejana;
en el nostálgico
vacío de tu cama,
en un suspiro que no tuvo
una aceptada explicación;
mirando, sin mirar
por tu ventana;
allí, me encontrarás.
En la humilde sonrisa
de un desconocido;
que sonrió, tal vez
sin intentarlo;
en el afán de un ave
construyendo su nido;
allí, me encontrarás.
En el silencio tenebroso
de una noche sin luna,
busca en la inmensa
bóveda del Cielo
un rayo luminoso;
préndelo en tu pecho,
escóndelo en tu seno
refúgialo en tu lecho;
y allí, allí, me encontrarás.